Arsenio Iglesias y Pep Guardiola, como
entrenadores, tienen pocas cosas en común. Pero una de ellas –y puede que quizá
la única– es que supieron construir sendos equipos que pasaron a la historia de
sus respectivos clubes, consiguiendo recibir tanta parte del mérito, o más, que
los propios jugadores.
Guardiola
lo consiguió con el Fútbol Club Barcelona, con quien ganó todo lo ganable entre
los años 2009 y 2013. Y Arsenio Iglesias
(o Bruxo de Arteixo) lo hizo con el
Deportivo de la Coruña, entre los años 1992 y 1995, ganando una Copa del Rey y
consiguiendo dos subcampeonatos ligueros.
El equipo de Guardiola era sumamente generoso en el
esfuerzo, mientras que el del gallego, concienzudamente ordenado. Por supuesto,
ambos contaban con jugadores de un talento descomunal (Messi o Iniesta, en el
Barcelona; y Bebeto o Fran, en el Deportivo), pero los
entrenadores sabían que con eso no bastaba. Por eso Guardiola no se cansaba de decir que “el talento depende de la
inspiración, pero el esfuerzo depende de cada uno”, igual que en otro tiempo Arsenio Iglesias repetía que “a falta
de talento, mucho orden”.
Después del partido del Almería
contra el Elche, pensé en estos entrenadores legendarios, en el esfuerzo y en
el orden. Porque con el talento igualado –como era el caso en el partido jugado
en el Martínez Valero–, el orden y el esfuerzo fueron puestos unilateralmente
por el equipo ilicitano. Y con eso fue suficiente. Orden defensivo, esfuerzo y
generosidad en jugadores como Aaron
o Víctor Rodríguez; ambos de un
perfil, en cuanto a talento se refiere, similar al de los jugadores
almerienses.
Desconozco si nuestro equipo,
como dice el entrenador, acusó lo tempranero del gol local o si fue incapaz de
entrar en el partido por no poder borrar de su imaginario colectivo la amenaza
de la sanción de la FIFA. No sé el motivo por el que pecaron de indolencia y falta
de orden. Pero sé que ése no puede ser el camino.
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