En el siglo tercero, en Asia
Menor, un joven cristiano de origen humilde fue entregado a los leones por el
emperador Aureliano. Su pecado, no renunciar a su fe. Al cabo del tiempo, el
joven fue elevado a los altares y pasó a la historia como San Mamés. Ya en el
siglo XX, cuando hubo que construir un estadio de fútbol en Bilbao para que
jugara como local el equipo de la ciudad, éste tomó el nombre del santo y los
jugadores del equipo fueron apodados desde entonces como Los leones.
Cuando el Almería, en la última
jornada liguera saltó al terreno de juego en San Mamés (un nuevo estadio, más
moderno y adaptado a la normativa actual, aunque desprovisto del encanto de las
viejas instalaciones), la mística convirtió a los jugadores almerienses en
presas fáciles de los felinos bilbaínos. El peso de los últimos resultados fue
demasiado importante y el Athletic impuso la inercia ganadora de sus últimos
cuatro partidos y desde muy pronto se puso por delante en el marcador.
El entrenador del equipo
almeriense dijo al finalizar el partido que al equipo le había faltado pólvora.
Quizá contagiado de la leyenda, JIM utilizó esa metáfora pensando en dar caza a
los leones para acabar con ellos. Pero sus jugadores ni siquiera cargaron las
armas para el partido. Así que no fue sólo cuestión de pólvora. Fue también una
cuestión de compromiso.
Mientras, en el grupo cuarto de
la segunda división b, el equipo filial se enfrentaba al Villanovense con la
intención de mantener la misma buena racha que el Athletic defendía contra el
primer equipo. Cuatro partidos seguidos llevaban ganados los hombres de Miguel
Rivera. Pero el quinto no llegó. El empate a cero final detuvo en seco la
inercia, pero mantiene el ánimo en todo lo alto. El equipo se mantiene en los
puestos que permiten jugar la liguilla de ascenso a segunda división, aunque la
posibilidad del descenso del primer equipo empiece a tronar con demasiada
resonancia.